En muchas ocasiones hemos podido oír hablar de ella, quizás la hemos sentido de cerca algunas veces o incluso estamos lidiando con ella cada día pero ¿sabemos qué es realmente la ansiedad? ¿tiene alguna utilidad o es sólo aquella a la que en ocasiones consideramos nuestra peor enemiga?
Para empezar a conocerla, vamos a definirla. La APA (Asociación Estadounidense de Psicología, por sus siglas en inglés) define a la ansiedad como “una emoción caracterizada por sentimientos de tensión, pensamientos de preocupación y cambios físicos como el incremento de la presión sanguínea”, pero ¿qué utilidad tiene esto?
Solemos conocer la ansiedad a través de la inquietante o incluso desagradable sensación que algunas veces nos puede generar, sin embargo, tiene también otras funciones.
Tenemos que entender las emociones como herramientas que desarrollamos los seres humanos siglos atrás para sobrevivir. Imaginemos la época de las cavernas, podíamos estar tranquilamente caminando que, si un animal venía a atacarnos, nuestro cuerpo necesitaba activarse de forma muy rápida y con gran intensidad para poder salir huyendo. La ansiedad nos funcionaba como un mecanismo que nos preparaba para alertarnos, como un mecanismo que nos permitía defendernos (ya fuese huyendo o enfrentándonos al peligro, por ejemplo).
No obstante, en pleno siglo XXI lo que el entorno nos requiere ya no es igual y sus demandas tampoco.
Un ejemplo actual, podría ser cuando llegamos tarde a un sitio y vemos que se aproxima el autobús. Rápidamente, tenemos que activarnos para prepararnos y salir corriendo para no perderlo. Otro ejemplo, podría ser cuando estamos despistados en la habitación y de pronto nos acordamos de que tenemos el horno encendido. Con urgencia, saldremos corriendo hacia la cocina para apagarlo o ver si todo está bien.
Estos ejemplos concretos reflejan que, la ansiedad, como cualquier emoción, nos es útil y cumple una función. Sin embargo, cuando esta comienza a ser demasiado intensa o frecuente en nuestra vida puede resultarnos además de desagradable, un obstáculo (por ejemplo: con cómo nos sentimos, cómo respondemos a nuestro entorno, qué clase de cosas hacemos o estamos dejando de hacer…). Además, no solo la ansiedad es perjudicial cuando se dispara y nos produce ataques de ansiedad (hiperventilamos, sentimos que no nos entra oxígeno, nos desmayamos…) sino que también se puede manifestar en forma de sensación de nudos en el pecho, sentir que no podemos más, tics nerviosos (por ejemplo el conocido temblor en el ojo) o algo que aparentemente es tan inofensivo como bostezos recurrentes o experimentar cambios bruscos de temperatura.
¿Cómo puedo saber si la ansiedad que estoy sintiendo o manifestando es desadaptativa?
Su evaluación es amplia, pero, podemos pensar en 3 niveles que nos darán pistas sobre ello ¿es mi ansiedad muy frecuente en mi día a día? ¿el nivel de intensidad que estoy sintiendo me resulta elevado? Y ¿dura mucho cuando ésta aparece?
Estas preguntas ayudarán a clarificar en cierta medida a la persona que lo sufre y podrán ser un facilitador para pedir ayuda a un psicólogo o psicóloga para reconducir esta situación. Es importante no olvidar que, aunque a veces uno intente convivir con esta desagradable sensación, será difícil que esa solución funcione a largo plazo, por lo que priorizarse y cuidar la salud mental no ha de ser una opción, sino que será la opción que me permitirá recuperar la calidad de vida.