Las emociones cumplen diferentes funciones en la vida de las personas, una de ellas es tan esencial que sin esta no podríamos vivir, la supervivencia.
Los bebés que acaban de nacer poseen los músculos faciales necesarios para la expresión de sus emociones pero estas tendrán lugar en distintos momentos de su desarrollo evolutivo.
- La universalidad de las emociones.
Hay un factor común que está presente en los bebés de todo el mundo, un factor universal de la especie humana que es expresar y reconocer las emociones básicas. El contexto, como por ejemplo la cultura, influirá en aquellas cosas que van a desencadenar esas emociones. Es decir, todos los bebés pueden expresar las mismas emociones pero según su cultura y sus diferencias individuales las expresarán por cosas diferentes.
Cuando nacemos, aún no podemos emitir mensajes elaborados, pues nuestro desarrollo no nos lo permite, por lo que necesitamos comunicarnos a través de las emociones y su expresión. Existen diferentes tipos dentro de las emociones de estos pequeños y somos los adultos los que tenemos que ser capaces de diferenciar unos tipos de otros. Por ejemplo, el llanto de un bebé puede significar que tiene hambre o que tiene miedo, según su variación en el llanto tendrá un significado u otro.
- Aparición de nuevas emociones.
Las expresiones en la cara del bebé en relación con sus emociones también se relacionan con el momento evolutivo (semanas, meses, años) y con su desarrollo cognitivo. Por ejemplo, los bebés recién nacidos sonríen cuando se encuentran bien y los bebés que ya tienen entre 3 y 4 semanas pueden responder con una sonrisa ante la voz de una persona adulta, mientras que a partir del tercer mes de vida pueden emitir lo que se denomina una sonrisa social, respondiendo a las interacciones con otras personas. Tras esta, alrededor de los 3-4 meses aparece la risa o carcajada de los bebés que tanto suelen captar nuestra atención.
Relacionado con esta etapa vital, no es hasta los 4 meses cuando pueden manifestar emociones de tristeza, aunque aún aparece con una frecuencia especialmente baja. Hay veces que las mamás y/o papás suelen preocuparse ante el llanto de su hijo/a por si están tristes cuando, en realidad, antes de los 4 meses lo más probable es que ese llanto este tratando de transmitir otros mensajes <<necesito comer>> o, por ejemplo <<necesito dormir>>.
Las diferencias individuales de cada bebé, la cultura y la familia van a influir en su repertorio emocional, así como en sus expresiones, lo que posteriormente repercutirá en su desarrollo. Por ejemplo, se ha estudiado el impacto que tiene cuando el papá y/o la mamá expresan emociones positivas a los niños/as encontrándose efectos como:
- Expresividad más positiva en los menores.
- Incrementan su capacidad para autorregularse.
- Mayores habilidades en sus interacciones sociales.
- Responden más ante las necesidades de los demás.
En relación con lo anterior, una opción para facilitar esa expresión de emociones positivas hacia los más pequeños puede ser compartir aquellas experiencias agradables que nos hayan ocurrido, por ejemplo:
<<¿Sabes que hoy mamá ha salido antes del trabajo? ¡Me he sentido muy contenta porque así hoy podemos pasar más tiempo juntos!>> y a medida que el menor vaya creciendo, podemos incluir sus emociones con las nuestras, por ejemplo preguntándole <<¿Cómo te hace sentir esto que te he contado?>>
Un truco del que solemos hablar con los papás y/o mamás para facilitar esta información es llamarle la regla del 6: desde que nace el bebé hasta los 6 meses aparecerán las 6 emociones básicas (primarias) que son alegría, interés, tristeza, ira, asco y sorpresa. El miedo aparecerá un poco más tarde, hacia los 7 meses.
Después, entre el primer y tercer año serán cuando aparezcan las emociones complejas que requieren un mayor desarrollo cognitivo.