Síndrome postvacacional, ¿Realidad o mito?

Seguro que a lo largo de los años (e imaginamos que en las fechas en las que estamos, este año también) cuando Agosto está acabando, has oído hablar del famoso “Síndrome Postvacacional”. Incluso, es posible, que hayas leído numerosos artículos sobre “cómo superarlo” o diferentes “tips” de ayuda.

Desde el punto de vista psicológico, este concepto no existe clasificado dentro de los trastornos ni aparece en las fuentes de información oficiales, ya que, es un término que recoge una serie de síntomas para describir cómo se sienten las personas después de las vacaciones, principalmente, después de las de verano, ya que, suele ser el período más amplio de descanso.

Este concepto se aplica tanto a adultos como a niños y entre las características más frecuentes que la persona puede sentir se encuentran la apatía, tristeza, desgana, nerviosismo, falta de sueño, baja energía o, incluso, ansiedad.

¿Pero, hasta qué punto es sano o no normalizar esto?

Evidentemente, es habitual que, una persona tenga ganas de estar de vacaciones, disfrutando con aquellos a los que, a lo largo del año no puede ver tanto, pasando tiempo de calidad con ellos e incluso viajando y teniendo opciones de ocio que no tiene en otras épocas. Si pensamos en la posibilidad de estar en la playa, en la montaña o recorriendo otros países, suena más apetecible que estar metidos en la rutina del trabajo, por lo que, hay una parte de nuestra “resistencia mental” de volver al trabajo que podemos decir que entra dentro de lo esperable. Además, el verano, muchas veces nos hace conectar con partes de nosotros mismos que no podemos conectar el resto del año, por falta de tiempo o porque necesitamos ir a lugares específicos para sentirlas, como puede ser el sitio donde veraneabas cuando eras pequeño o un lugar que emocionalmente para ti, va unido a una persona concreta; lo que nos puede hacer que nuestros sentimientos se revuelvan un poquito.

Pero, es cierto que, en algunos casos, estos síntomas son más intensos de lo habitual, y pueden estar dándonos señales sobre algo que en nuestra vida no nos gusta o algo que no estamos sabiendo gestionar. Aunque, evidentemente, cada caso dependerá, como decimos siempre, de las circunstancias específicas de cada uno, por ejemplo, una ansiedad muy elevada puede ser una señal de alerta de algo de nuestro trabajo con lo que no nos sentimos bien, de la necesidad de mayor tiempo de descanso, de no estar satisfechos con algo de nuestra vida en el área personal o un sinfín de alternativas que pueden existir.  

Es por todo esto que es tan importante dedicarse tiempo a uno mismo no solo durante las vacaciones, sino durante todo el año. Aunque no dispongamos de amplios tiempos de descanso, siempre hay un pequeño hueco que podemos encontrar a lo largo del día para nosotros mismos. Es imprescindible, como siempre recomienda la psicología, escucharse, mirar hacia dentro y saber qué queremos o qué necesitamos, aunque no siempre es tarea fácil, es necesario intentarlo, y si nos sentimos perdidos o angustiados, siempre podemos pedir ayuda para que saber cómo hacer de nosotros mismos nuestra mayor prioridad. Aunque suene muy obvio, a veces se nos olvida, que la relación más larga e importante que tenemos en la vida, es la relación con nosotros mismos.

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