El apego como forma de relacionarnos

El apego es ese concepto que quizás alguna vez hemos escuchado pero que a lo mejor no terminamos de entender todavía o que nos gustaría conocer algo más.

El apego nos acompañará durante nuestra vida, ya que guiará la forma en que nos vinculamos en nuestras relaciones.

Cuando somos pequeños nuestra principal figura de apego es el cuidador primario. Es la persona con la que pasamos más tiempo y que atiende nuestras necesidades con más frecuencia. El bebé necesita a esta figura y la considera más fuerte que él. Lo habitual es que sea el padre o la madre. Es por esto que, para la psicología, el vínculo empieza antes de que el bebé nazca, pues ya desde el embarazo las expectativas sobre la maternidad pueden influir en este.

Este vínculo suele durar toda la vida y mantener su influencia incluso después de la muerte de esa persona apegada. No es un vínculo único, es decir, el bebé en este caso, puede tener más de una figura de apego, lo que ocurre es que establece una jerarquía donde hay una primera figura de apego, una segunda, una tercera…

Lo que se espera de la figura apegada es seguridad y cuidado, proximidad (comunicación y cercanía emocional) y la aceptación incondicional.

Cuando la persona va creciendo y establece una relación de pareja sólida, esta puede convertirse incluso en su primera figura de apego. Esto puede ocurrir aunque la relación no sea funcional, lo cual puede dificultar las separaciones o rupturas. En las terapias psicológicas donde hay un problema de pareja, es fundamental evaluar qué tipo de apego hay entre estas personas e, incluso, qué tipo de apego han tenido con su ascendencia.

Más tarde, este bebé que ya se hizo adulto, puede tener descendencia y convertirse en una figura de apego para esta.

Pero ¿sólo hay un tipo de apego? No, según el/la autor/a podemos clasificarlos en 3 o 4 estilos de apego:

Seguro, Ansioso-Ambivalente y Evitativo o Distante.

El apego Seguro es aquel donde la persona no teme ser abandonada o castigada con su figura apegada (por ejemplo, cuidador o pareja), sabe que está disponible para ella y que el mundo es un lugar en el que se puede confiar.

El apego Ansioso-Ambivalente suele presentar una preocupación excesiva por ser abandonado o dejar de ser querido por el otro. Es frecuente que la persona intente unirse a otra de forma ansiosa y de forma excesiva, ya que cree que se puede ir en cualquier momento.

El apego Evitativo o Distante suele hacer referencia a un tipo de vínculo en el que la persona no se siente cómoda con relaciones estrechas, ya que le cuesta confiar en el otro y puede llegar a sentirse vulnerable conectando emocionalmente con la otra persona.

Los apegos Ansioso-Ambivalente y Evitativo o Distante suelen estar acompañados en ocasiones de un malestar que, además, puede llegar a generar conflictos con otras personas. Por poner un ejemplo concreto: es frecuente encontrar en personas que tienen un apego Evitativo dificultad para ser cercanos emocionalmente con su pareja y, cuando la otra persona le pide que sea más próximo/a o que exprese más sus emociones o preocupaciones, estas personas no se sentirán cómodas e incluso pueden sentirse verdaderamente incómodas. Es entonces cuando puede generarse un conflicto.  

El Apego es algo que se puede trabajar en terapia, aproximándonos a un apego Seguro, donde la persona va cada vez aproximándose a un bienestar mayor y con una forma de relacionarse más satisfactoria. Las repercusiones de un apego distinto al seguro pueden estar relacionadas con celos, formas ansiosas o ambivalentes de relacionarnos, evitar situaciones que han de ser afrontadas… estas pueden estar favoreciendo la aparición de problemas que afectarán en cómo nos vinculamos y qué expectativas tenemos puestas en el otro, favoreciendo la aparición de crisis y dificultades. 

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