En ocasiones, hay personas que no sienten la libertad de poder actuar en base a sus valores y necesidades sino que se sienten condicionadas psicológicamente por lo que pueda pensar o querer la otra persona de ella.
Por un lado, lo que se expondrá a continuación hay que diferenciarlo de aquellas obligaciones mínimas que se requieren en la sociedad, por ejemplo: cursar primaria y que nuestros papás/mamás nos digan que estudiemos. Por otro hay que tener en cuenta que somos seres sociales que conviven en una sociedad donde nos adaptamos tratando de encontrar un equilibrio, por lo que esto también suele darse en las relaciones sociales.
Sin embargo, esto es problemático cuando sentimos que, por no decepcionar al otro, no podemos tomar decisiones propias y se ha de cumplir con lo que se espera de nosotros, ya que dejamos de ser asertivos con el resto y con nosotr@s mism@s.
Dejamos de ser asertivos cuando no expresamos nuestras emociones, pensamientos o necesidades (teniendo en cuenta cómo lo expreso y respetando al otro).
El objetivo es poder expresar tu situación aún teniendo en cuenta que la otra persona podría no darnos la respuesta que nos gustaría. Sin embargo, es importante distinguir las expectativas que son de la otra persona y las que son mías, ya que lo que esa persona puede estar depositando en mí quizás ni siquiera tiene algo que ver conmigo si no, por ejemplo, con una preocupación del otro.
Pongamos un ejemplo, algunas veces en terapia psicológica vemos adolescentes que quieren elegir una carrera determinada pero que esto se ve frustrado porque en su familia hay una tradición en torno a otra profesión, por ejemplo, en torno a la abogacía. No elegir este camino generaría un sentimiento intenso de decepción en ese entorno familiar.
Es aquí donde suele producirse un error, ya que no decepcionan las personas, sino las expectativas que se tienen de ellas.
En este ejemplo, el tomar la decisión propia de elegir qué camino quiere transitar la persona, una decisión personal, se vería acompañada de la emoción de la culpa y la decepción al otro, ya que, en muchas ocasiones, estas situaciones se encuentran ligadas a personas que son relevantes emocionalmente para un@ mism@.
Es aquí donde es importante identificar las expectativas de la persona, ya que las expectativas del otro, además de que pueden no estar ajustadas, probablemente en ningún momento las hayamos firmado. Es decir, estamos forzándonos a cumplir con algo a lo que nunca nos hemos comprometido, como decir que sí a un acuerdo que nunca leímos y que, incluso, aunque lo hubiésemos aceptado en algún momento, tenemos derecho a cambiar de opinión y ya no vernos representados en aquello que un día quizás sí. Hemos de respetar nuestros propios derechos y permitirnos equivocarnos, ya que también formará parte de nuestro camino y nos hará crecer.
Cuando estas situaciones y su malestar se vuelven complejas o difíciles de entender, es bueno acudir a terapia psicológica ya que lo que se identifica es lo visible (malestar, situaciones concretas, ansiedad…) pero no lo que hay debajo de todo eso, que es lo que lo mantiene y propicia.