Normalmente, se pueden experimentar modificaciones en el horario en dos situaciones:
1-Cuando viajamos a un lugar con una hora diferente (aquí se produce lo que conocemos como Jet Lag) o…
2-Por disposición gubernamental con la llegada del frío o del calor, es decir, con el cambio estacional.
Las personas tenemos unos “relojes internos” que se encargan de regular nuestra vida, estos se denominan ritmos biológicos. Existen diferentes tipos según su duración, que pueden ir desde ciclos por segundo, como los genes, hasta por meses y períodos más prolongados. Diferentes ejemplos de estos ritmos pueden ser: la alimentación, el sueño, secreciones hormonales o el ciclo emocional.
Algunas personas señalan alteraciones en su estado de ánimo con el cambio de estación, especialmente, aquellos más frecuentes son los episodios depresivos con un patrón estacional en invierno y con modificaciones hacia la primavera. Estos Trastornos Afectivos Emocionales (TAE) se sitúan en la población del 1-10% y son más frecuentes en las mujeres, siendo su prevalencia el doble a la de los hombres. La edad de aparición suele encontrarse entre los 20 y los 35 años, siendo menos frecuente hacia la vejez, decreciendo su incidencia al aumentar la edad.
Es importante tener en cuenta algunas variables que pueden estar presentes y que hemos de incluir en nuestro día a día como son:
- la exposición a luz natural: la luz natural se considera un factor externo que puede influir en estas problemáticas, por lo que se recomienda estar expuesto a ella alrededor de 15 o 20 minutos al día con el objetivo de favorecer el bienestar físico y emocional.
- La práctica de ejercicio físico se considera un factor de protección en la salud y además se relaciona con efectos positivos para la autoestima.
- Horarios de alimentación: estos suelen estar alterados en los TAE, lo que puede favorecer alteraciones en las sensaciones de hambre y saciedad. Por ello, es conveniente tener un horario de comidas.
Es frecuente presentar algunos cambios hasta que la persona se adapta al cambio horario, que suelen estar presentes entre 2 y 3 semanas como: alteraciones en el sueño, dificultad para dormir o cierta irritabilidad, por ejemplo.
Sin embargo, estos suelen remitir al adaptarse a las nuevas condiciones y a los cambios, ya que también se producen variaciones en factores externos, como la temperatura, que van a favorecer el estar más tiempo o menos en casa. Si estos síntomas persisten, se ha de acudir a un profesional de la salud mental ya que pueden estar ocurriendo otras problemáticas que, aunque se hayan podido ver afectadas o no por estos cambios, no tienen por qué estar directamente asociadas a estos y necesitarán de un acompañamiento profesional para trabajar en ellas de forma individualizada.