Los celos no son una enfermedad, ni un rasgo de personalidad, ni un valor, ni un defecto, ni una medida del amor (o de la inseguridad o de la desconfianza) en pareja. Los celos son simplemente una emoción. Una de las emociones humanas universales.
El problema no reside en el hecho de sentir celos, sino en la intensidad de los mismos, su frecuencia y en la manera en que éstos influyen en la conducta de la persona que los padece, al igual que en cualquier otra emoción.
Así, los celos normales, son entendidos como una emoción no placentera asociada a la percepción que tiene el sujeto de que una relación significativa está amenazada y puede llegar a desaparecer, o deteriorarse como consecuencia de la acción de una tercera persona, con independencia de que dicha amenaza sea real, o imaginaria (Bringle y Buunk, 1985). Dentro de ciertos límites, y siempre que no tengan lugar conductas de control o violentas hacia terceros, la emoción de celos implicaría preocupación e interés por aquella persona que es importante y que se teme perder. Desde este planteamiento, la emoción de celos cumpliría la función de proteger las relaciones que la persona considera importantes para su propio bienestar psicológico. Sin embargo, si la intensidad y/o frecuencia de los celos es elevada, crean malestar, condicionan el curso del pensamiento, invaden la esfera emocional del sujeto y provocan conflicto, no sólo de pareja sino también con todas las personas con las que se relaciona, hablamos de celos patológicos (la emoción es desproporcionada y la sensación de tortura psicológica es permanente).
La consecución de una autoestima sólida, alejada de la dependencia emocional de la pareja o de los roles tradicionales en torno al género, constituye un punto de referencia para enfocar el control de los celos.
Es inapropiado hablar de prevención y tratamiento de los celos, precisamente por su condición de fenómeno universal, como se ha señalado al inicio de este post. Sin embargo, sí se debe intervenir con aquellas personas que manifiestan una intensidad inusual de dicha emoción, principalmente si ello conlleva a un elevado malestar o a comportamientos violentos hacia la persona que se teme perder.
Existen factores individuales, culturales y educativos que los propician, por lo que se considera necesario intervenir en estas tres áreas:
- Trabajar sobre valores de tolerancia, respeto y reconocimiento de los derechos del prójimo, es la base remota para prevenir conductas celosas. Es fundamental trabajar las creencias distorsionadas, ayudando a diferenciar amor de control.
- Favorecer la conciencia, regulación y autonomía emocional de la persona. A su vez, dado que la emoción de celos se encuentra relacionada con el estilo de apego adulto, es de interés trabajar los afectos, principalmente la inseguridad afectiva en las relaciones (de pareja). Unido a lo anterior, también se hace necesario prestar atención a la autoestima y la dependencia emocional.
- Aprendizaje de comportamientos alternativos a conductas de control/violencia.