Celos

Los celos, pueden estar presentes en algún momento de nuestra vida, “eso no es malo”. Hay personas que consiguen controlar la emoción mejor que otras. Para mí, supusieron una pesadilla, mucho malestar y sufrimiento. Necesité ayuda profesional, para paliar sus efectos tan dañinos hacia a mí y las personas que me rodeaban.

En mi caso, afectaron a la relación con un gran amigo.

Tenía muchos celos de ver cómo mi amigo y una compañera de trabajo (que me gustaba) tenían una relación de amistad muy estrecha. Mi psicóloga siempre me decía que necesitamos que nos quieran con exclusividad

Me vi formando parte de “un triángulo amoroso”, en el que nunca hubo amor (aunque yo creía que sí) y teniendo un montón de pensamientos distorsionados que me generaban mucha angustia, “no veía normal que dos personas de distinto sexo pudieran llevarse tan bien, sin tener afecto sexual”. Acabé pensando que tenían un romance a escondidas y me lo ocultaban para no hacerme daño.

Tanto mi amigo, como mi compañera de trabajo, tenían y aún tienen pareja y son plenamente felices, cosa de la cual me alegro enormemente. Pero eso, en aquel momento y con tanta ceguera, era incapaz de verlo. Ahora entiendo eso de: seleccionamos aquello que confirma nuestras hipótesis.

Tengo prohibido decir que, “los celos son una enfermedad” (sería negar una emoción que es universal). Lo que sí digo con seguridad, es que aquellos celos eran malignos y me llevaron a hacer cosas que nunca hubiera imaginado (les espiaba y controlaba respondiendo a mi fantasía de que en cualquier momento se estarían viendo a escondidas sin decirme nada). Imagina, esto a lo largo de una jornada laboral durante mucho tiempo… ¡era insoportable! Me acabó generando mucho estrés, enfado, rabia, tristeza, miedo… que acabé volcando en mi relación con ellos, la cual se deterioró.

La comprensión y paciencia de mi amigo era enorme pero no infinita. Acabó generando dudas en su propia relación de pareja. El ambiente laboral, era cada vez más tenso.

Al final, acabaría pasando lo que más temía, que nuestra relación de amistad se rompiera.

A lo largo de las sesiones de terapia, fui dándome cuenta de todos esos pensamientos erróneos, puse conciencia en las emociones que me generaba su relación, pude poner en palabras mi miedo a perder mi lugar en cada una de sus vidas, y, poco a poco pude ir controlando la emoción.

Mentiría si digo, que no he vuelto a sentir celos, ¡es imposible! Lo que sí escribo con orgullo es que pude responsabilizarme de ellos y que, a días de hoy, soy una persona más segura y feliz, que al final es lo que todos queremos, ser felices en la vida.

Ahora, aquello fue una anécdota para nuestra amistad, y recordamos con risas todas mis hazañas de espionaje.  

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